jueves, 12 de marzo de 2015

Nunca Olvides de donde te sacó Dios

verdad mentira

¿Creer la verdad de Dios o la mentira del Diablo?
Sofía se veía muy asustada, me comentó que ultimamente se estaba sintiendo prisionera de sus pensamientos, pues la semana anterior un hombre drogado portando una pistola había entrado a su tienda y la había asaltado, y que luego de hacer la denuncia correspondiente la policía dio con el ladrón. Pero ahora tenía un nuevo problema, tres amigos del agresor entre ellos uno que años atrás había estado preso por homicidio la molestaban todo el tiempo, la amenazaban con que si no retiraba la denuncia le harían daño a ella y a su familia, esto la tenia muy aterrada y no dejaba de pensar lo peor. Entonces me pareció una buena oportunidad para hablarle de Jesús, sobre sus verdades, y la promesa de enviar sus ángeles a quienes confían en él. Sofía se veía muy receptiva, y comenzamos a tener largas charlas en las cuales iba aprendiendo con entusiasmo todo lo que yo le enseñaba acerca del Señor, hasta que llegó el momento que me pidió que la guiara con la oración de entrega para aceptarlo como su Salvador. Según me dijo, al instante de hacerla recibió mucha paz, y que desde ese momento comenzó a orar varias veces al día, y que sentía en su espíritu que Dios le hablaba y le decía que ya no tema a nada ni a nadie pues el la amaba y la estaba protegiendo. 

Durante los días siguientes pasábamos mucho tiempo hablando del Evangelio, ella tenia gran necesidad de aprender sobre las verdades eternas, se compró una Biblia, comenzó a leerla y cada duda que tenía sobre algún pasaje me la planteaba, entonces yo, como es obvio, apasionado del tema, con gusto le explicaba lo que sabía. Al final la citaron para declarar contra el agresor, a quien mas tarde el juez sentenció a varios años de prisión, también en ese tiempo sus amenazantes amigos dejaron de molestarla. Y gracias a Dios la vida de Sofia de apoco regresaba a la normalidad. Luego por motivos vinculados directamente con mi trabajo, tuve que retornar a mi pueblo natal ubicado al este del país. Con algo de tristeza nos despedimos con mi amiga de la tienda, pero sin antes recordarle que comience a buscar una Iglesia cristiana para congregarse, un lugar donde rodearse de verdaderos creyentes que la sostengan cuando esté débil en la fe.

Unos meses mas tarde... 


Hace dos días atrás, regresaba desde la capital del país rumbo a mi casa y pasé a tan solo cuatro quilómetros de su ciudad, y aunque me sentía bastante cansado no pude evitar llegar hasta su tienda. Hacía casi siete meses que no sabía nada de Sofía, tenía ganas de volverla a ver, y de saber como marchaba su relación con Dios.
Finalmente llegué a su pequeño pero surtido local de venta de ropa deportiva, apenas nos vimos nos saludamos amistosamente, luego de charlar unos minutos sobre cosas de la vida, le pregunté:
- "Sofia ¿Te estás congregando en una Iglesia con otros cristianos?", me contestó que de vez en cuando asistía a un templo que aunque no enseñaban que Cristo fue el creador, era un buen lugar,  y aunque no es la clase de Iglesia que yo le aconsejé, también se hablaba de Dios y eso era lo mas importante, y le dije:
 - "Amiga.. ¿Recuerdas que muchas veces te alerté que tengas cuidado pues el diablo usa mentiras para disfrazar la verdad? a esto me refería, la verdad está en La Biblia y allí dice que por él y para él fueron creadas toda las cosas"(Colosenses 1:16)
- (Sofia) "No me convence lo que dices, de ser así los millones de hombres que forman parte de religiones no cristianas estarían siendo engañados por el Diablo, no lo creo, pues todos ellos creen en Dios. Además lo he pensado bien, no quiero convertirme en una fanática religiosa".
- (Yo) "Pero dime.. ¿Aún lees la Biblia y Oras?".
- (Sofia) "Sinceramente, tengo mucho trabajo en la tienda y no tengo casi tiempo de leer nada, y ¿Orar?¿Para qué? Dios sabe lo que necesito, no quiero molestarlo con mis tonterías, yo estoy bien, además, él debe estar muy ocupado contestando las oraciones de esos pobres niños que tienen hambre, a propósito.. ¿los escucha?". Y cambió de tema.. comenzó a contarme que su negocio funcionaba mejor que nunca, y que estaba contenta pues hizo un contrato con una marca importante para vender sus productos, y que si todo seguía así pensaba ampliar el local. Minutos mas tarde nos despedimos. Salí de allí con una sensación bastante desagradable, sentí en mi corazón que el diablo había robado la semilla que un día Dios plantó en ella.

Definitivamente esta no fue la charla que yo esperaba tener con Sofía, en cierto modo ella había sido como una hija espiritual para mi. Y mientras conducía de regreso a casa me sobrevino algo de nostalgia recordando a aquella chica humilde y agradable que anhelaba conocer mas y mas  de Dios. Hoy había conocido a otra Sofía, alguien sin problemas aparentes, con su vida mundana resuelta, una mujer que se sentía libre y segura en su verdad, pero un tanto fría, soberbia, cerrada a las cosas de Dios, y hasta se atrevía a cuestionarlo usando ironías. 

Cuan desagradecidos podemos llegar a ser los humanos que estando presos prometemos fidelidad eterna con aquel que nos libere, pero al momento de recibir libertad nos olvidamos de las promesas que hicimos instantes atrás mientras estábamos en nuestras cárceles espirituales, y como si fuera poco nos hacemos enemigos del libertador y esclavos de quien antes nos encarceló, y creemos sus mentiras como si fueran verdad

El enemigo vino a mentirnos, hurtarnos y destruirnos. Si no rechazamos sus mentiras tarde o temprano empezamos a creerlas hasta que finalmente se convierten en verdad en nuestros corazones. Solo tenemos dos opciones, podemos vivir una vida creyendo esas mentiras, mentiras que construyen muros, muros que nos alejan de la verdad, o podemos rechazar esas mentiras y elegir creer las verdades de Dios. Toda nuestra vida es un camino de fe. Y a cada instante debemos pedirle al Señor que nos revele lo que necesitamos saber para ser verdaderamente libres, y que siempre nos recuerde el lugar de donde nos liberó" (Isaías 51:1).

                                                
Marcel Amorín