viernes, 31 de enero de 2014

Amar al prójimo como a ti mismo

amor compasión
 Hoy quiero compartir una bella historia de amor y compasión que nos envió un querido hermano perteneciente a una pequeña y bendecida iglesia en Los Ángeles (USA). El hecho tocó nuestros corazones y deseamos que también pueda tocar el de ustedes.

 Esto aconteció en las Olimpiadas especiales de Seattle.
 Se encontraban diez competidores prontos para largar en la línea de partida para la carrera de los 100 metros llanos, algunos de ellos eran "discapacitados" mentales y otros físicos. Suena el disparo de largada y comienzan a correr, no lo hacían de forma ordenada y respetando sus carriles como lo hacen los atletas profesionales, pero si algo tenían en común con éstos era el gran entusiasmo que todos mostraban por llegar primeros a la meta... bueno no todos, mejor dicho, todos menos un pequeño niño con problemas de motricidad en sus piernas, éste tropezó en el asfalto a la mitad de la competencia, cayó y comenzó a llorar sin consuelo, era un llanto de angustia... de impotencia. Los otros nueve que se le habían adelantado al que hasta hacía unos segundos era un rival a vencer, oyendo su llanto miraron hacia atrás y comenzaron a detenerse, luego uno a uno se fueron dando la vuelta y se dirigieron hasta donde estaba el pequeño caído. Una joven con síndrome de Down se sentó junto a él en el piso, lo abrazó y le dijo: "¡no llores, estarás bien!", y le dio un beso. Con la ayuda de los otros nueve se paró y llegaron todos juntos a la meta caminando tomados de los brazos. Y como no podía ser de otra manera, todo el estadio se había puesto de pié para aplaudirlos. Aunque ya pasaron algunos años de ésto, las personas que estuvieron presentes recuerdan con mucha emoción lo sucedido ese día en la pista de atletismo.

¿Te imaginas si los cristianos tuviéramos esta clase de amor,
compasión y preocupación por los demás?.

 En estos tiempos que vivimos muchos de nosotros solo buscamos el bien personal. Y cuando vemos a un hermano o hermana caído en el suelo sin fuerzas para levantarse, instintivamente lo primero que hacemos es comparar, criticar y luego nos alejamos sin darles un consejo, una palabra de aliento y menos aún, una simple oración de intercesión por sus vidas. Nos hemos vuelto muy veloces para encontrar defectos en el otro y para correr hacia la meta intentando ser los únicos ganadores. Como dije antes, "muchos de nosotros", no todos, también hay creyentes que son verdaderos ejemplos a seguir, así como lo son estos pequeños de la historia.


 Sería muy bueno que hoy mismo nos tomemos unos minutos para meditar en nuestras acciones. Estoy seguro que podemos dar mucho mas amor del que nos imaginamos. 

 Ya terminando.. 
 Cuando veas que alguien que se cae, no sigas corriendo, date la vuelta y llega hasta él, abrázalo, aliéntalo, dale un beso y ayúdalo a levantarse para que pueda llegar junto a ti a la meta.

 Permitamos que el amor del Señor pueda ser derramado fuera de nosotros y llegue a cada corazón necesitado. Sirvamos a Dios de la forma que el desea que le sirvamos, brindando a los demás ese tipo de amor y compasión que mostraron esos pequeños niños " especiales".

 "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como
yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos,
si tuviereis amor los unos con los otros".
Juan 13:34-34
                              Marcel Amorín